Reproches por el silencio

Por: Marcos Betanzos @MBetanzos

 Ahora volvemos a caminar. Y a mí se me ocurre que hemos caminado más de lo que llevamos andado.Juan Rulfo

World Monuments Fund (WMF) incluyó en su lista World Monuments Watch (WMW) de 2012 al conjunto de 22 esculturas urbanas (19 invitados y 3 nacionales) denominado la Ruta de la Amistad, concebido por Mathias Goeritz con el apoyo del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez y realizado por diversos artistas del país y el extranjero con motivo de las olimpiadas de México 68.


La escultura número 12 de la Ruta de la Amistad, "Janus",
creada por el australiano Clement Meadmore,
cuando se encontraba en medio de la soledad;
a la izquierda se ve el Periférico vacío.
Hoy esta obra, donada al pueblo de México,
permanece secuestrada tras la reja del Colegio Olinca.

Aquella galería abierta que Goertiz refirió en su momento“como una perdurable confraternidad estética multinacional” era una secuencia de referencias visuales con discursos diversos que superaba física y metafóricamente hablando, no sólo el horizonte de ese territorio agreste del sur de la ciudad sino que dominaban con gracia, contundencia y solemnidad el vacío de una promesa urbana que paradójicamente con el paso del tiempo las ha reducido en todo sentido.



Es claro que su presencia no bastaría para retener el canibalismo con el que se actúa en una ciudad colmada de mercaderes que poco entienden del sentido abstracto de la historia. Es cierto que lo absolutamente público en México muy pocas veces logra la sobrevivencia porque se cree equivocadamente que lo público es tierra de nadie cuando debería ser considerado tierra prometida al cuidado de todos. Es innegable todo lo que pueda argumentarse, también es una tragedia. Eso en nada cambia.

El equipo de natación de los Estados Unidos
posa en la escultura número 13 de la Ruta de la Amistad,
"Muro articulado", obra de Herbert Bayer.

"Osa Mayor", obra de Mathias Goeritz,
con el Palacio de los Deportes al fondo.

Y es que quizá una de las cosas que menos nos causa estupor manosear y por momentos transgredir es la memoria. Ni le rendimos tributo, ni recurrimos a ella para adquirir un momento de congruencia o reflexión ante el aquí y el ahora. ¿El futuro? ¿Cuál? Sabemos que caminamos pero no sabemos bien a dónde llegaremos, porque hablar del futuro sin la sola mención de la memoria y del pasado sin tintes nostálgicos, simplemente es una orfandad avizorada. La orfandad de nuestras ciudades que poco a poco parecen ir desfilando hacia una semejanza global, donde la identidad y sus singularidades –al igual que el peatón, por ejemplo- no tienen un espacio reservado. Muchos se preguntarán sin recato alguno ¿Para qué?

Considero que las razones son múltiples y las necesidades apremiantes. Sobre todo cuando se piensa en la idea de alejarse de la reivindicación de la identidad colectiva. ¿Cuál es ésta? ¿Cuál es la nuestra? ¿Cómo nos ayudan estas piezas a lograrla, a rescatarla u obtenerla? Yo no sé de cierto si eso sea posible e incluso necesario, porque creo que lo que más se necesita es la identidad personal, el regreso al singular, a la búsqueda del pensamiento y el espacio propio. Ya no son estos acentos urbanos los que nos darán soplos al alma a través de su exclusiva contemplación; ya son imposibles de ver sin importar su escala, su color y su forma; es evidente que el automóvil a pesar de sus cualidades para reunirnos a tantos en tan poco espacio, nos ha cegado.
“Puerta al Viento” de Helen Escobedo.

"Esferas" de Kioshi Takahasi.
 
Antes, cuando el espacio delineaba con una silueta la majestuosidad de poder ver, quisimos -seducidos a máxima velocidad- recorrer distancias para perder la capacidad de asombrarnos y adquirir ese tinte de indiferencia que nos hace reprochar la conservación de un “algo” que no se mueve, que no “hace nada”, y qué sepa quién significa algo, si es que un día lo hizo. Ya todo cambió y al parecer seguirá cambiando. El contexto, el paisaje y la calle ya denuncia que la escultura les estorba, el arte… ni se diga.

Qué humillante ha de ser esa historia en la que hace poco más de cuatro décadas, ciertos volúmenes dominaban el cielo, “echaban raíz” en roca volcánica y nos hacían imaginar con el andar de sus sombras, esos relojes diarios que ya son imperceptibles. Qué triste ver a un gigante compactado, encerrado y dispuesto a ser trasladado a otro sitio donde no pertenece con pocas garantías escritas de respeto y conservación.


La escultura 15 de la Ruta de la Amistad, "Puerta de paz",
obra de Itzhak Danziger donada por Israel,
ubicada cerca de la estación "Periférico" del Tren Ligero.
La imagen es de 1968 y no había nada alrededor…

El sur de la ciudad está cambiando, la Ruta de la Amistad con sus 17 kilómetros, que van de San Jerónimo hasta Cuemanco ya cambió. Una nueva autopista urbana ha modificado la visual y el lugar de residencia de al menos ocho de las piezas concebidas. ¿Bastará recordar que el 12 de mayo de 2011, el Patronato de la Ruta de la Amistad, AC, comenzó su “cruzada” para rescatar ocho de las 22 esculturas que conforman esta vía? ¿Será suficiente recordar que la Ruta de la Amistad, inicia con la escultura de Ángela Gurría y finaliza con la obra de Jorge Dubon? Por el momento hay que ir dejando en la memoria que ni la Reserva Ecológica de la UNAM, ni el Trébol de Insurgentes-Periférico Sur, ni la Zona Arqueológica de Cuicuilco eran parte de la ruta, ni lo serán. Ese nuevo trazo de continuar con esa inercia a base de caballos de fuerza nos promete el extravío antes o después del olvido confirmado.

Gavin Macrae-gibson nos dice que “lo monumental no es cómplice del carácter transitorio de la vida. Es más bien testigo del hecho de la existencia humana… aunque resignado a las locuras de sus creadores, está abierto también a sus breves momentos de serenidad”. Esperemos pues a que lleguen los nuestros.


La escultura de Miloslav Chlupac a finales de 2011.

El reloj Solar de Grzegprz  Kowalski Polonia. 2012.

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